sábado, 14 de marzo de 2015

Ella tenía la sonrisa más triste que he visto en mi vida...

Ella tenía la sonrisa más triste que he visto en mi vida. Nuestras miradas se cruzaron y se me partió el alma en mil pedazos; como un espejo roto que me mostraba retales de una vida vacía. El cristal me devolvía el reflejo del rostro sin esperanza de mi esposa, los restos de coca esparcidos por la mesa, y las piernas de cada mujer que recorrí sin más motivo que mi cobardía. 
Por eso me entregué a ella. Le regalé mi alma rota y ella me ofreció su dulzura. Sus manos suaves, que me curaban las cicatrices; sus labios carnosos, que me devolvían la vida; sus senos firmes, que me abrazaban la esperanza. 
Acepté sus silencios y sus melancolías. Afronté sus sollozos a medianoche y calmé sus ataques de ansiedad, que llegaban puntuales, mes tras mes, siempre el mismo día. 
No pregunté. Ella nunca exigió. Y cuando todo su ser inundaba mis pulmones... desapareció.
Sólo dejó un rastro de pétalos sin vida, su perfume en el aire y el peso de mis demonios aplastando el colchón.


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